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Cómo las mujeres en Argentina resisten a los daños del encarcelamiento
El impacto desproporcionado del encarcelamiento en las mujeres crea un sinfín de retos que se ven obligadas a superar una vez que son liberadas. Nora y Paulina, dos mujeres argentinas que estuvieron privadas de su libertad, son excelentes ejemplos de cómo la maternidad añade una capa diferente de complejidad a las estrategias de supervivencia que las mujeres tienen que desarrollar tanto dentro como fuera de la cárcel como resultado del fracaso y la falta de voluntad de los Estados para proteger y defender sus derechos.
Tras la separación de sus padres, Nora comenzó a pasar mucho tiempo en las calles de Argentina con otras personas que se dedicaban al consumo de drogas y a la actividad de las bandas. Se convirtió en madre soltera a los 16 años. Después de tener que participar en actividades ilícitas para mantenerse a sí misma y a su hija, fue detenida y condenada a 10 años de prisión.
Seis años después de ser liberada, Nora aún recuerda lo que fue dar a luz con grilletes, una práctica preocupantemente común en las Américas.
“La justicia condena a las mujeres con una doble pena por ser mujer… especialmente como mujer pobre, eres invisible en el sistema hasta que cometes un delito. Ahí sí te ven”, dice.
Cuando nació su hijo, Santiago, empezó a escribir cartas para denunciar lo que les ocurría a las mujeres y a sus hijas e hijos en la cárcel, así como a los que quedaban al otro lado de los muros de la prisión. Escribió sobre las condiciones a las que estaban sometidas las mujeres con sus hijas e hijos. Sus relatos pasaron a formar parte de la “Red de Niñez Encarcelada” en Facebook, una página que se hizo viral y se convirtió en una fuente vital de información y recursos para denunciar el trato que el gobierno daba a las mujeres y las niñas y los niños en prisión.
Cuando Nora por fin recibió la noticia de que sería liberada, Santiago ya no estaba con ella. En Argentina, las niñas y los niños sólo pueden permanecer con sus madres en prisión hasta los cuatro años. Sus dos hijas mayores, que tenían 21 y 16 años cuando fue liberada, habían continuado su vida sin la presencia de su madre. La constatación de que la vida había continuado sin ella y de que ya no sentía que pertenecía empañó esta nueva sensación de libertad. La dificultad de Nora para adaptarse a una vida pospenitenciaria sin ningún tipo de apoyo ni recursos del gobierno se convirtió en otra fuente de motivación para ayudar a otras mujeres en situaciones similares, incluidas las que se encontraban en arresto domiciliario.
La organización que Nora ayudó a crear y con la que trabaja actualmente, La Rama de Liberadxs y Familiares, trabaja para apoyar a mujeres y hombres ex-encarcelados en la provincia de Buenos Aires, como parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). El MTE es una organización en la que miles de mujeres y hombres que están excluidos del mercado laboral tradicional se unen para crear oportunidades de empleo. También trabajan para apoyar a las mujeres en arresto domiciliario, la mayoría de las cuales tienen poco acceso al empleo o a los recursos básicos a pesar de ser las únicas quienes sostienen a sus familias. Muchas no pueden salir de sus casas para comprar alimentos para sus familias, llevar a sus hijas o hijos a la escuela o realizar cualquier otra actividad necesaria fuera del hogar para garantizar la supervivencia y el bienestar de su familia. Nora y su organización trabajan incansablemente para proporcionar alimentos y kits de higiene a estas mujeres y a sus familias, ya que una vez que son puestas bajo arresto domiciliario son olvidadas e invisibilizadas por el gobierno. También proporcionan un apoyo emocional muy necesario, ya que estas mujeres tienen poco o ningún contacto con quienes están fuera de sus casas. La Rama trabaja actualmente con más de 800 mujeres y hombres ex-encarcelados, que no han caído en la reincidencia gracias a su empleo y al apoyo que reciben a través del MTE.
Este tipo de organización y apoyo es clave para las mujeres que tienen que adaptarse a una vida y un entorno totalmente diferentes una vez que salen de la cárcel. Como dice Nora, “no pude encontrar un lugar al que pertenecer [después de salir]… es casi como si echara de menos la cárcel”.
Muchas mujeres tienen esta visión idealizada de cómo será la vida una vez que salgan de la cárcel, pero según Nora, la mayoría se ven obligadas a reconocer el hecho de que el mundo ha continuado mientras ellas estaban dentro, y ahora se enfrentan a los retos adicionales de la discriminación, el estigma y el trauma. Al salir de la cárcel, también tienen antecedentes penales, lo que les dificulta enormemente encontrar un empleo y una vivienda estables. Si tienen hijas e hijos, el camino para recuperarlos es desgarrador y a menudo decepcionante, dado el creciente estigma que las rodea como “malas madres”.
Paulina, otra mujer argentina que estuvo encarcelada, entiende muy bien esta dinámica. Tras salir de la cárcel, empezó a trabajar como cartonera, recogiendo cartones y otros materiales reciclables para venderlos como forma de mantener a su hijo de 7 años.
“Todo el mundo me cerró las puertas porque, como puedes ver, soy morochita, con un par de tatuajes, y encima, con antecedentes… así que puedes imaginar que fue muy difícil para mí”, explica.
Después de ser cartonera durante algún tiempo, se conectó con otras mujeres que habían estado privadas de su libertad y se integró en la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, una red de sindicatos centrados en la recogida de cartón y el reciclaje de materiales. Su labor de organización y coordinación de estos sindicatos les permitió a ella y a sus compañeras trabajar en diferentes turnos y ganarse la vida. Prestan especial atención a quienes se encuentran en situaciones adicionales de vulnerabilidad, como los que sufren un trastorno por consumo de sustancias, para asegurarse de que se sientan rodeados por una comunidad y vean un camino hacia adelante que no sea la cárcel.
Estas organizaciones y cooperativas llenan el espacio que dejan las autoridades nacionales y locales cuando no proporcionan el apoyo social y las prácticas de reinserción adecuadas para las mujeres quienes han sido privadas de libertad. Muchas salen de la cárcel sin documentos de identidad, sin apenas dinero y con una red de apoyo muy limitada o inexistente. Paulina lo describe bien, destacando que “el Estado está presente, pero con patrulleros, nunca para ayudarnos en nuestras necesidades más básicas”.
La falta de apoyo que la mayoría de las mujeres ex-encarceladas experimentan por parte del gobierno, de la sociedad y, a veces, de sus propios seres queridos, señala la necesidad urgente de desestigmatizar el encarcelamiento y reconocer las situaciones de vulnerabilidad que llevan a las mujeres a entrar en contacto con la ley en primer lugar. Además, subraya la importancia de implementar políticas que reconozcan el impacto diferenciado de las prisiones en quienes se identifican como mujeres y los daños causados por el sistema jurídico penal. En Argentina, existe una propuesta legislativa que busca reducir la reincidencia a través de prácticas de inclusión laboral para personas ex-encarceladas, abordando:
- La dificultad de acceso al trabajo para quienes han estado en prisión y tienen antecedentes penales.
- Las grandes carencias en materia de educación y habilidades de la mayoría de las personas privadas de libertad, así como los inadecuados programas de rehabilitación educativa dentro de las prisiones.
- La falta de espacios comunitarios y de integración social adecuados una vez que las personas son puestas en libertad.
- La imposibilidad de acceder a derechos básicos, como la obtención de documentos de identidad, la protección contra el robo de salarios y el acceso fiable a servicios de salud mental.
- Los desafíos que presenta el uso del arresto domiciliario, con condiciones muy restrictivas que afectan específicamente a las mujeres.
La aprobación de esta legislación en Argentina sería un paso importante en la dirección correcta para comenzar a proporcionar el apoyo que las mujeres encarceladas y ex-encarceladas necesitan para tener una transición exitosa una vez que salen de prisión. Sin embargo, la necesidad de esta legislación pone de manifiesto cómo quienes experimentan el encarcelamiento son despojados de sus derechos más básicos no sólo durante el tiempo de su privación de libertad, sino también por el resto de sus vidas.
Además, el uso de alternativas al encarcelamiento puede contribuir a la reducción del encarcelamiento de mujeres en Argentina y otros países latinoamericanos. En Colombia, por ejemplo, la implementación de una ley de alternativas al encarcelamiento para mujeres que son jefas de hogar y viven en situaciones de vulnerabilidad podría reducir significativamente el número de mujeres en prisión al sustituir el tiempo en la cárcel por servicio comunitario de manera que pueda ayudar a prepararlas para oportunidades de empleo formal. En última instancia, los gobiernos de toda la región deben reducir drásticamente el número de mujeres entre rejas, dado el impacto desproporcionado del encarcelamiento en las mujeres, sus hijas e hijos y sus familias y comunidades.